Bailar con el cambio

Pretendo que sea un diario, pero no puedo comprometerme. Siempre digo que, si de verdad quieres conocerme, es mejor que pruebes mi cocina. Pero si no te apetece, no te viene bien o no había hueco el día que querías, al menos puedes venir aquí a escucharme.

Hace un tiempo que este pensamiento navega en mi mente: la necesidad incesante de cambio en la alta cocina. Mi profesión me ha enseñado a abrazar la evolución constante y a buscar la innovación en cada plato, porque sin cambio no hay desafío ni crecimiento. Cambiar es fundamental para el progreso, es la fusión de lo conocido y lo inexplorado, el cambio es la esencia misma de la vida.

Es como bailar con la chica que no te gusta, porque la que tú quieres ya se ha ido con otro y te tienes que conformar con la más fea. El cambio es el peaje que hay que pagar, esforzándose mucho, hasta que los esquemas se rompen y llega el día en que la más guapa es la que te coge de la solapa y te saca a bailar.

La alta cocina no es estática ni debe serlo. La creatividad fluye y nosotros somos responsables de explorar nuevos territorios, descubriendo ingredientes olvidados y reinventando clásicos. Adaptarse no es rendirse; es la habilidad de ajustarse y encontrar nuevas formas de destacar, incluso en la incertidumbre.

Aunque es fácil que la comodidad de lo que ya funciona y la rutina te atrapen, lo verdaderamente interesante se encuentra fuera de nuestra zona de confort, el cambio es la fuerza que impulsa la evolución. Tenemos que bailar con el cambio, desafiar nuestros paladares, porque solo de esta forma supondrá una aventura para nuestros comensales y solo así podrán descubrir nuevas fronteras gustativas, o lo que es lo mismo, “solo así bailarás con la más guapa”.

Kava